sábado, 1 de febrero de 2014

Me mandé nomas, las patas en el barro bacteriano reconstituyente del rio y el culo en la fibra de vidrio de mi kayak "Sobaco y Aguafuerte". El codo apollado en la ventanilla, y el espejo retrovisor es el agua misma, musica de correntada y polenta, mucha polenta con calditos, para los brazos que duelen dia por medio promedio en el medio de la nada, que tiene mucho de todo, porque de eso se jacta el planeta, de no dejarnos sin nada, "no tengo donde caerme muerto" es una frase poco planetaria, ya que disponemos de un sinfin de maravillas para caer redondos, incluso capaz que un yacaré nos espere debajo. Arranqué en formosa, terminé en rosario, porque mi querer estaba en el Volver, no cante en nigun momento mientras remaba ese tango, les juro, canté otros como Que siga el corso, o La uruguayita Lucia...porque arranqué para uruguay en bicicleta, luego brasil y despues de diez meses, volví y ahora estoy acá tratando de editar artesanalmente mi libro de viajes para ver qué tengo dentro, qué locura tengo dentro, y a veces me sale enterarme de cómo sigue esto, y otras no, porque la verdad que cuesta meter el libro en la calle, trato de hacerlo contando quien soy, a veces no me sale ya que me cuesta pararme en primer plano, entonces ando en esa búsqueda, como hago llegar mis palabras, que llevan lo mejor de mi, a ustedes, ¿como?

Lo describo un poco así:
Mi libro de aventuras de viaje: “Sobaco y Aguafuerte (cuentos viajeros)” es edición a pulmón, lo mismo que mi bicicleta y mis amigos.
Este libro no es una versión dilatada de la ruta, no es un diario de viaje que cuenta todos los amaneceres y todos los choripanes con un ánimo calendario. Estas son escenas recortadas de seis años de viaje, de recuerdos sin número, con extractos de filosofía caminante, con sus tropiezos y aceleraciones, esas que nos dejan en evidencia cuando miramos a los ojos de la belleza o bien cuando pasamos a dar lección, que son dos ejemplos finos de tempestad. Aquí van a encontrar palabras de auxilio, de socorro, de rajemos que viene la cana, de hermosas sobre la arena, de caballos con bicicletas, de locos ambulantes, de fiebre bajo los puentes, de plantas mágicas, de malabares sin traducción y todo el resto de realidad que queda sobre la banquina cuando uno matea con el viento. Y lo vendo, si disculpenmé lo vendo, cuesta cincuenta pesos porque me ha costado seis años de escribir con los pies sobre la ruta y otra mitad de año traduciéndolo a palabras. Si les interesa adquirirlo, ahora entrego a veces en Rosario, otras en Pergamino, y estoy viendo de hacerlo llegar a Baires. ¡Abrazos!


sábado, 18 de mayo de 2013


Dos caballos.

Pedaleando por una carretera del interior del Uruguay, agarro un bajada a toda velocidad, de lejos, allá al final de la pendiente, veo un caballo en pleno campo, detrás del alambrado, esbelto y marrón me mira mientras desciendo, entonces empiezo a gritarle: ¡Vamos loquito, vamos loquito! A penas lo paso, acepta el desafío, y se lanza a la carrera, salvaje y elegante. Vibra la sangre ver a ese animal nacido para la velocidad, los dos yendo paralelos a nuestro camino, sus músculos y sus crines rápidamente me sacan varios cuerpos en la carrera. La diferencia está en que al caballo lo contiene una ley y la carrera dura lo que el alambrado quiere, él se detiene con el corazón inacabado, yo continúo con un caballo asfaltado de tristeza y la locura, en su corral.
Esa misma noche, sueño un Yo continuo, un Yo ligado, mirando la bicicleta alejarse, con angustia desde el corral, y él me mira de corazón libre, de animalidad sin limites desde su galopar.

En otra ocasión, luego de haber andado en bicicleta todo el día por las rutas pampeanas de Río Grande do Sul, ya cansado, solo encuentro la banquina para acampar. En medio de la noche siento dos pasos cercanos que me despiertan, alertado, saco la cabeza fuera de la carpa para ver que era, nada, todo oscuro, no había nada. En seguida, como a un kilometro y medio veo las luces de un camión que vienen solitarias por la carretera, siento dos sonidos sordos, de tambor apagado, y sus luces desaparecen. No veo nada, no entiendo nada, vuelvo a dormir. Al amanecer armo mis cosas entre la llovizna, comienzo a pedalear, ya andado ese kilometro y medio, los veo, al camión tumbado y al caballo muerto sobre la banquina, rodeados por un cordón policial. Luego, en la bicicleta se me ocurrió analizar, que yo nunca había visto la muerte de nadie, pero esa noche si la escuché, y tiene dos sonidos, uno es el golpe, el otro la caída.
¿Entonces que fueron esos dos pasos que me despertaron? Quizá algo me despabiló queriendo que yo presencie eso, tal vez era la muerte yendo a laburar, quizá era un eco invertido en el tiempo, del choque y la caída, quizá nada. Yo no se lo que significan esos dos pasos, pero si se lo que significan esos dos golpes.

jueves, 8 de diciembre de 2011

India, la verdad, marca de cerca, marca sin hablar, como un rio, si te dejas llevar, vas a aprender con el cuerpo y las otras partes del mobiliario humano que no estan acostumbradas a aprender mediante palabreria. El tren fue mi movil preferido por ser ejemplar, por meter a todos esos personajes apretados, todos esos docientos colores juntitos en un solo vagon. Los Himalayas te proveen de una magia que crece en la altura libre de la DEA y la PFA, con la razon que ningun juez da a la naturaleza. Los indios, todos personajes a flor de piel, un caminar sin prejuicios, un mirar curioso, y varias cosas mas que no se encuentran en los supermercados. Mañana me voy a Tailandia y no se nada, que suerte, no se nada.

domingo, 24 de julio de 2011

No parezco europeo, no parezco? Niempedomiguel se escribe todo junto, y por lo tanto es una argumentación justa contra esa acusación. Uno de Facundo Cabral dice: Los mexicanos vienen de los Aztecas, los peruanos de los Incas y los argentinos en barco. Cierto, pero si me animo a escribir proezas semanticas tales como: No me bicicletees, La quetejedi, o Se te metieron (significando así que te desvalijaron el rancho) es porque se me evidencia el criollo inscripto, el deneí veintisiete millones y pico, que nunca le importa a los oficiales de migracion aca en belgica, quienes me hablaron en frances y les respondí en frances hasta que no entendi nada, y les dije "en anglais s'il vous plait" luego me sellaron el pasaporte y a otra cosa mariposa, que es otro agregado criollo en el exterior.
Siempre me gustó tirar cosas para arriba y para los costados tambien, recuerdesé aquel salvaje atentado contra los vidrios del garage de la calle San Nicolás que perpetramos mi hermano Ezequiel y yo...en realidad, creo que lo estoy confesando ahora, perdón Eze, esperemos que la justicia lo haya olvidado. Decía, que estoy tirando clavas para arriba, digo que estoy haciendo malabares en los semaforos y no me duelen ni los prejuicios ni los brazos, al contrario, se me aclaran el cuerpo y el espiritu, en una bipolaridad exitosa, es decir, una bipolaridad inexistente. Un beso.

jueves, 7 de abril de 2011


Y acá estoy nadando con unos tiburcios bastante inofensivos, y unas rayas como pequeños bombarderos, cuestion que estoy en Belize, que tiene la segunda barrera de coral mas grande del mundo, y parece Suiza pero al reves, el mar es una piscina sin trampolín, porque a este ultimo lo inventaron bastante despúes que al oceano. Al Quía no se le ocurrió. Se le ocurrió un tiburón.

P/d: Y una milanga.




sábado, 12 de febrero de 2011

Me toca repetir, ya he hablado de este lugar, es sabida mi predilección por las tierras de Poder, el desierto de San Luis Potosí, pero esta vez es de noche, y el desierto se pone bien pituco, se prenden todas las lamparitas, y todos salen a pasear, los coyotes, las gobernadoras, los cactus rastafarais, y uno solamente haciendo como un animalico que sabe prender el fuego y esperar que no se acabe la leña, y cuando se termina se ven a luz blanca de luna los pensamientos. La Invitación del desierto es bien clara, y siempre bien opuesta a la playa, ella tan corporal. La aridez se nutre de las reflexiones en cascada, la gravitación nos lleva mas adentro, y la noche se encarga, bien astuta y mágica, de los azules de afuera.

martes, 16 de noviembre de 2010


Casi no he sacado fotos desde que llegué a Mexico, quizá porque llegar implicó ciertas cegueras que tenía reservadas para cuando se abren grietas. En el distrito federal sufrí y disfruté viajar dos horas de ida y dos de vuelta para laburar, reinventé algunas puteadas argentas con chilangas, y me enamoré de la calle como siempre, y como siempre huí, me vine al caribe, que se excede un poco de extranjeridad y le falta un poco de mexico, pero la playa es mas linda que comer señoritas sin cubiertos.